9 jun 2008

LOS MATRIMONIOS / GLORIA y ELVER


Ella era promotora de CARGIL. El último año su uniforme consistía en una minifalda de jean teñida de color amarillo, y una musculosa verde loro con la estampa del logo de CARGIL impreso en la espalda. El escote era importante, pero por aquel entonces GLORIA aún no se había operado los pechos, y se veía bastante chata. Años anteriores solía estar vestida de rojo, coronada por un sombrero baquiano que poco tenía que ver con el folklore gauchesco de la zona. Es increíble que hayan pasado 10 años. La percepción de tiempo y espacio se vuelve tramposa cuando GLORIA revisa fotografías de las viejas exposiciones y dice no reconocerse en lo que ve. ELVER miró a GLORIA por aquel entonces, cuando aún era ella, cuando todavía ella no imaginaba que pasaría los próximos 10 años intentando encajar en la nueva mecánica matrimonial. ELVER había enviudado hacía muy poco tiempo. Demasiado poco a los ojos de los demás como para exponerse otra vez a un cupido despiadado con mala puntería… pero creyó ver en GLORIA todas las mujeres más bellas del mundo; y ELVER no es de esas personas que saben de paciencia y  prefieren pensar dos veces las cosas. Hubo intercambio de teléfonos y una breve descripción superficial del estado civil de cada uno. Dos años más tarde, torta con todo y casamiento. ELVER le presentó a GLORIA sus hijos, y las esposas de sus hijos, y los hijos de sus hijos. Y fue entonces cuando GLORIA volteó su cabeza por encima del hombro y observó alejarse una ciudad a cambio de soja con amor. ELVER la empujó a su mundo, de puro antojo, de puro hombre derecho, de huevos grandes y de pecho ensanchado. En su mundo había tractores Jonh Deere, Cosechadoras recicladas a nuevas, desmalezadotas como langostas gigantes, y una mujer tan muerta como presente… GLORIA atendía el teléfono de la fábrica emplazada sobre la ruta del pueblo santafesino; y una hora antes del mediodía, se adelantaba a preparar el almuerzo para comer temprano y que alcance el tiempo para una siesta. Pero GLORIA nunca pudo estar a la altura de GLORIA, la difunta. Y tampoco nunca pudo arrancarse de la cabeza la molesta imagen que ella misma se había construido de su antecesora, la que llevaba el mismo nombre, la que le quitaba el sueño y el apellido. Nunca se dio cuenta que por ocuparse de la otra GLORIA no habitó con plenitud el lugar que ELVER le dio en su vida. Lo de GLORIA era amor con obsesión, lo de ELVER es por estos días cariño, y que cruel resulta el cariño cuando lo que se espera nunca llega… Y aunque ya es tarde para enmiedos de algún tipo; la feria llega en dos semanas. GLORIA se come la uñas pensando en otras posibles GLORIAS que panfletearán con el culo lo que no pueden con sus manos. ELVER quiere estar lejos, y hoy por hoy cree entenderse más con cualquiera de sus cosechadoras que con su propia mujer.

 

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