9 jun 2008

LOS MATRIMONIOS / GERAUDA y TOMI

GERAUDA supo ser primera figura de la Scola do Samba “BEIN BORA”. Alguna vez fue coronada reina, bañada de lentejuelas multicolor, erguida como una espada recién afilada, sambando en lo alto de una carroza con forma de sirena. Alguna vez TOMI supo ganarse la vida como guía de turismo. Supo conocer la geografía brasilera tanto como las curvas que formaban la esbelta figura de GERAUDA. Alguna vez TOMI lastimó la confianza de muchas mujeres de muchos continentes con el doble filo de su encanto de cordero que oculta un lobo. Los corazones sucumbían de a pares y el macho carioca con pasaporte argentino salía airoso de cada nuevo amorío. Pero GERAUDA hizo de su encanto un remolino y de todas fue la única que reclamó justicia. A TOMI lo amordazó el gusto por la geografía madura y recorrió con instinto lo que GERAUDA dejó recorrer bajo estricto permiso de compromiso futuro. TOMI cumplió, y entre aviones y caipiriñas, pasaportes y aeropuertos; tejieron con hilo de acero un amor con vista al Cristo y sabor a Pan de azúcar. Ella enseño mucho de lo que TOMI aprendió, y él entrenó mucho de lo que ya sabía. El Don Juan ahora adormecido, se tragaba con rabia la ansiedad y esperaba el momento oportuno para navegar a otro puerto. Pero no fue un barco lo que le puso ruedas a su silla, sino un camión bananero que atravesó la ruta camino a Jericocuara. Un contingente de 30 jubilados nórdicos quedaron aplastados entre asientos y escombros de autobús. Nadie murió salvo el chofer del bus y las piernas de TOMI. La última vez que se habían visto, corrían como animales por las calles caras y arenosas de Arpoador intentando unir Copacabana con Ipanema con el trazo de los pies. Y fue la misma GERAUDA la que por aquel entonces, tras muchas discusiones lo había convencido de aceptar ese trabajo en Jericocuara. Ahora, GERAUDA lo mira absorta y toca con sus ojos lo que no se atreve con sus manos, y trata de no ver en las piernas inmóviles reflejada su culpa.  Sin embargo, a medida que TOMI ganaba seguridad sobre sus ruedas, por el contrario, GERAUDA se dejaba morir de amor. A medida que TOMI descubría en su discapacidad una nueva capacidad, GERAUDA se adentraba en las profundidades de la dependencia; y no pasó mucho tiempo hasta que la mujer que sambaba como Venus entre las conchas marinas de oro macizo sintió en lo más profundo de su ser que su hombre ambulante ya no la amaba. Entonces, la carrera por retener lo que naturalmente se le escapaba como el agua entre los dedos, sometió a GERAUDA al padecimiento más oscuro que alguna vez conoció. Un hijo por venir y la vida planchada en casa de sus suegros fueron entre otras cosas trueques y concesiones por amor y respeto. Y los años en garantía de pronto dejaron de ser el dulce caramelo que GERAUDA alguna vez le dio a probar a TOMI… y la madurez que el muchacho argentino deshojaba entre las curvas de su amante de carnaval, ya no tenía ni el brillo ni el sabor que tuvo alguna vez… ya no provocaba ni el mismo sonido ni el mismo pudor… GERAUDA nunca imaginó que su seguridad de amazona quedaría reducida al tamaño de su estima, porque nunca creyó  que las ruedas de esa silla llevarían a TOMI tan lejos de ella.  

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