19 may 2008

LA OBRA


   Lo que nunca vamos a ver es aquello que da vida, valor y movimiento a lo que decididamente se elige mostrar. Así como en la vida de estos matrimonios, difícilmente lo que subyace en la profundidad se ponga de manifiesto en palabras, en el desarrollo de esta experiencia terapéutica nunca veremos los hilos que traman la red; sólo asomaran destellos de lo que afuera acontece, porque decididamente afecta a quienes se someten a sus reglas. Un recorrido por los interiores de estos cuartos, emplazados en un exterior inigualable; casi como una elección irónica y despiadada, en donde se prefiere obviar la belleza de un marco natural y serrano, para encerrarnos entre paredes de ladrillo y piedra en estas habitaciones que se vuelven refugio del final de la jornada. Ese espacio interior e íntimo, en donde no hay un “otro” más que el “conocido”, funciona como catalizador de un afuera que provoca y revela, que estimula y modifica, que poco a poco y casi como una fuerza centrípeta arroja a la pareja a una zona desconocida. El resultado es incierto. Lo que no se conoce atemoriza, lo ya conocido resigna y acostumbra, volver a elegir es tener la posibilidad de soltar para siempre y  atreverse a “lo bueno por conocer”.

 

   Tres matrimonios encerrados en una triste dinámica que parece no tener salida, invirtieron sus ahorros comprando un poco de fe. Testimonios anteriores con finales felices fueron el tracción que llevó a cada uno a decidir atravesar la experiencia, en una suerte de último recurso. Al borde del abismo, la tragedia cotidiana se relativiza y el valor del riesgo se vuelve oasis en el árido desierto matrimonial.  Con problemáticas disímiles, cocidas a la medida de la singularidad de cada vínculo, estos matrimonios son sometidos a una suerte de ejercicio del temor y la palabra, de exposición de lo privado, de manipulación de lo que hondamente se esconde. Aquello que no se ve, de pronto se hace evidente; y todo aquello otro que no quería verse, de pronto es el remedio ordinario para sanar el mal arraigado por años en las concavidades de la vida matrimonial. ¿Dónde queda alojado el amor entonces? ¿En qué momento dos que se amaban dejaron de ser un atajo para convertirse en un atasco? ¿Cómo soltar aquello que ya no puede retenerse? ¿Cómo reconocer el dolor que produce aquello a lo que uno se acostumbra?

 

   El afuera, bien adentro. La mecánica de la obra consiste en citar aquello que no se ve a través de lo que sí se muestra. La acción de la obra nunca se desplaza hacia el exterior, hacia el aire libre en donde tienen lugar los distintos ejercicios que los instructores llevan adelante. Todo queda puertas adentro. Pero todo se imagina. Todo se re-construye con la afección de los personajes, con las consecuencias del día, con los vestigios y restos de emociones sofocadas, guardadas y contenidas, que lejos del pudor emocional se despliegan como las pistas de un crimen por resolver. Uno como espectador, construye el afuera a partir de lo que ve adentro; así como adivina el mundo interior de cada vínculo, a partir de lo que cada vínculo expresa en su discurso más coloquial y mundano.

 

   LO BUENO POR CONOCER es un experimento riesgoso que cuestiona el amor para toda la vida y reconoce con dolor que al fin de cuentas la muerte no separará nada… porque en definitiva, el amor, de todos los condimentos, es el de menor consistencia…

 

 

 

2 comentarios:

pablobe dijo...

Muy bien, felicitaciones por la iniciativa!!!!!!!!!!

El puco

La Ronda Centro Cultural dijo...

Dicen que de alguna forma se empieza, y aquí estamos.
Somos un grupo de jóvenes que promovemos el intercambio cultural a través del arte y del conocimiento compartido.
Trabajamos por un espacio de encuentro, expresión y participación.

Gracias por el espacio.