23 may 2008

EMPEZAR CON EL PIE DERECHO


   El primer ensayo arrancó unos minutos más tarde. Acomodarse a un espacio nuevo toma su tiempo. Reconocer el entorno que luego será muchos otros entornos se vuelve un metódico trabajo sensorial. Uno mira el color de las paredes, los pocos objetos que visten el espacio. Uno camina en círculo reconociendo con la planta de los pies y el olfato aguzado cada arista del lugar. Este proceso interior y exterior si bien toma minutos, es a fuerza del trabajo, que se va constituyendo como un espacio lúdico que tiene un adentro y un afuera que irá mutando con cada experiencia escénica. 
   Luego, el otro. Actor y persona, compañero y amigo, estímulo desconocido y bueno por conocer... Casi sin preámbulos, de pronto seis personas articulaban situaciones intentado poner verdad a un argumento sostenido con piolines... entonces el relato emocional se volvía mucho más interesante que la simple anécdota que motivó la improvisación. La idea era romper el rígido paredón que nos separaba del espacio escénico, y poder trasladar allí todo lo que antes rondaba en nuestro imaginario. Claro que nada está escrito, y uno se llena de incertidumbre cuando no hay un horizonte concreto; más que un par de columnas que se yerguen como guías de una estructura orientadora... pero no hay letra para memorizar, ni acciones establecidas de ante mano, ni si quiera circunstancias previas lo suficientemente sólidas como para actuar con bordes de contención... De eso se trata entonces. Organizar el trabajo al rededor de la incertidumbre... Uniendo con alfileres la poca información que circula por ahí, para luego dejarse afectar con el estado emocional del otro y en un ida y vuelta de flujo afectivo provocar una escena que se vuelve fragmento real de una situación sin pies ni cabeza, pero con la coherencia que tiene la vida misma. 
Siempre rondando la temática de la propuesta, se trabajó sobre fragmentos de situaciones posibles que va ir alimentando este imaginario común... como si de algún modo estuviésemos hurgando a tientas en un cuarto oscuro, aquellos objetos curiosos y singulares que nos van a servir para nutrir esta historia de detalles que la vuelvan particular y única. 
   Ahora, con la puerta del sótano abierta, la idea será adentrarnos en un mundo incierto, que ya existe pero que todavía no tiene forma propia. Ahora sólo queda empezar a correr riesgos, a saltar sin red, a jugar con fuego, a lastimarse con las aristas que más duelen para salir a flote tras todos los naufragios posibles. 

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