28 jul 2008

EL OTRO


Una cosa es en casa y otra muy distinta es acá. Es perturbador. El entorno abierto, el entre montañas que se vuelve tentador, los caminos humanos que se dibujan en la piedra y se pierden detrás, el aljibe aplastado de flores amarillas, la pérgola que bordea el Este de la construcción colonial. “La Sarita” se muestra inofensiva y serena, quieta como un pájaro dormido, con las alas replegadas y los párpados reposados sobre los ojos. Y luego, los demás. Núcleos de dos que vibran y están prontos a estallar. Como un puño cerrado que tiembla sin dirección. Si uno los observa, son bolas de fuego. Marido y mujer que se obligan a reparar lo que está hecho trizas. Entonces vienen los métodos de trabajo. El equipo terapéutico somete al grupo a los más diversos estímulos físicos y emocionales. Y es ahí en donde algo se desarticula. Entonces, el hombre que llegó no es el mismo que se acuesta a dormir la segunda noche, ni mucho menos la tercera. Las cosas en casa tienen el sonido de lo cotidiano y lo permitido, de lo irritable y lo fastidioso dentro de los límites de lo conocido. Aquí; el aire le da a las palabras una emisión diferente, denotan lo mismo pero suenan distinto. La mirada se transforma y hace de los seres humanos objetos con manual de instrucciones. Entonces es fácil de ver. La primera noche él y ella discuten como siempre; la segunda noche quieren discutir como siempre pero hay algo que lo vuelve prácticamente imposible. Es la mirada del otro. Ese que está ahí y que me mira ya no es mi marido. Esa que está ahí y que me mira es otra mujer. Cómo volver a elegir lo que no se conoce. ¿Será que entonces hay que volver a empezar descubriendo al otro tal cual es? ¿O será que el otro, ahora, es menos otro que nunca?

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